Perdida en el Paraíso
La escritora y viajera Ascensión de Tena voló a Omán con la intención de impregnarse de aventura recorriendo el último sultanato de Arabia y convivir con los beduinos en el corazón del desierto.
Fruto de esa experiencia nació su novela Perdida en el Paraíso.
Ascensión nos cuenta en este relato como se fraguó esta novela homenaje a las mujeres del desierto de Omán.
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Mujer beduina, corazón del desierto de Omán
En uno de mis viajes alguien me dijo: “Omán es el último sultanato de la península Arábiga”. Esta frase encendió mi imaginación trasladándome a un cuento de Las Mil y una Noches.
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¿Quién no ha deseado alguna vez vivir una aventura oriental?
Atraída por el espíritu inquieto e indomable de los antiguos viajeros y exploradores que se adentraron en los misterios del desierto, abandoné mi mundo conocido para satisfacer mis ansias de aventura en Omán.
En mi equipaje llevaba un proyecto: escribir una novela a modo de road novel inspirada en el sultanato y cuya protagonista fuera una mujer beduina.
Aterricé en Mascate, la capital, protegida por las montañas de Al Hajar y el golfo de Omán. Mi primera impresión fue de sorpresa: tradición y modernidad caminan de la mano, sin estridencias.
Lo primero que hice fue contratar los servicios de un guía para que me llevara a las profundidades del desierto y así conocer las tribus nómadas.
De esta manera llegué a la tribu de Abdullah en Ramlat Al Wihibah (Wahiba Sands para los occidentales).
De la tribu de Abdullah dicen que por su pasado nómada es portadora de la sabiduría ancestral: está considerada como la auténtica Hija del desierto. Su estirpe son los auténticos beduinos pastores nómadas de Arabia, aquellos que solían cruzar el desierto en caravanas, con los pies desnudos, despojados de casi todo excepto de agua, dátiles y un guía.
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Una vez aceptada por la tribu, mi condición femenina me permitió acercarme a las mujeres.
Enseguida me di cuenta de que tenían pocas posesiones: una tienda tejida con lana de cabra, una alfombra, unas mantas con flores de colores, algunas túnicas, pañuelos para cubrirse la cabeza del sol y el sinaw, máscara de pico beduina para ocasiones especiales. Para sentirme una más de ellas quise participar en las tareas que realizaban diariamente y que se reducían a lo esencial: cuidar de las cabras; ir a por agua al pozo; sacar la arena de las tiendas y preparar el guisado con carne de camello.
Cuando acabábamos el trabajo nos divertíamos embelleciendo nuestras manos y pies con henna y pintando nuestros ojos con kohol para darles profundidad y misterio.
En las noches más frías encendíamos un fuego, nos sentábamos alrededor de sus chispas en la arena y mirábamos las estrellas. Entonces, la mujer más anciana de la tribu cantaba alguna canción tradicional de Omán aprendida de su madre y su abuela.
Las más jóvenes recordaban con nostalgia los días de su niñez en los que la caravana se disponía a salir para el gran viaje a través del desierto, la excitación de los camellos y la algarabía de los niños que quebraba el silencio. Ahora pasaban los días sin ver a casi nadie, las familias beduinas están abandonando el desierto y la vida caravanera se apaga.
Se sinceraban conmigo contándome que se sentían tristes porque, según decían sus hermanos mayores, vivían ancladas en este mundo arcaico casi ajenas a la modernidad que ha traído el siglo XXI.
Con inquietud y preocupación referían que ellos son los primeros de la familia que han cambiado el desierto de arena por el desierto de asfalto de los Emiratos Árabes Unidos. Se han cansado de la lentitud de los camellos y ahora conducen coches de marca Nissan Patrol y Toyota Land Cruiser. Han dejado de fumar la pipa alargada de madera llena de tabaco natural y la han sustituido por el sofisticado narguile. También han perdido el interés por el pastoreo y por guiar caravanas, legado de antepasados. Ahora les seducen los empleos en compañías petroleras y el oficio de guía de un turismo emergente.
Después de las confidencias nocturnas, apagábamos el fuego y no íbamos a dormir. Descubrí que me encantaba dormir a cielo descubierto bajo la luz de las estrellas.
Al cabo de algún tiempo mi experiencia estaba a punto de finalizar, había llegado la hora de mi partida.
Antes de despedirme de la tribu quise reflexionar sobre los valores de la mujer beduina: guardiana de la tradición transmitida de generación en generación y heredera de la paciencia y del sentido de la hospitalidad de los moradores del desierto. Su fuerza femenina nace de la austeridad de la vida nómada. Por estas cualidades considero a la mujer beduina corazón del desierto de Omán.
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Este es el desierto donde habita Yasmin, la protagonista beduina de mi primera novela auto publicada Perdida en el Paraíso.
El mayor deseo de Yasmin es alcanzar un sueño: encontrar el Paraíso. Para cumplirlo deja atrás el desierto que la vio nacer.
Yasmin se enfrenta a sus miedos e incertidumbres.
Vive alegrías y sinsabores y también se siente tentada a abandonar la búsqueda del Paraíso.
Después de muchos días inmersa en la aventura, sincerarse consigo misma desencadena un final de viaje sorprendente.
Ascensión de Tena Marín
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¿Quieres viajar a Omán?
Después de leer este relato seguro que se ha despertado tu curiosidad sobre este destino.
Omán es uno de los países más estables y desarrollados del mundo árabe, un vasto desierto cubre gran parte del centro del país, con cadenas montañosas sobre la costa norte y sudeste, donde están localizadas las principales ciudades, además de bonitas playas en el Sur.
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