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¿Te atreves a viajar sola?

Viajar sola en los Balcanes

Sandra tiene tres grandes pasiones, la pintura, los bichitos y los viajes.  Viajar es algo que lleva haciendo desde muy pequeña, primero con sus padres que le inculcaron esta inquietud, y después con quien ha ido surgiendo.  

Acompañados por ella vamos a rememorar un viaje que para Sandra fue un revulsivo. Ella lo vivió como una autentica montaña rusa de sensaciones mientras recorría los maravillosos paisajes de los Balcanes (Croacia, Eslovenia y Bosnia-Herzegovina). Aunque a priori pueda no parecer un destino exótico o muy aventurero, para ella fue un paso más allá.

Un año atrás se había iniciado en esto de viajar sola y este era su segundo escalón, quería dejar el terreno seguro e ir un poquito más allá para vivir alguna aventura y… ¡vaya si lo conseguío!

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Aterrizar en Zagreb

Con el propósito muy claro, aterricé en Zagreb. Me maravillé con una ciudad encantadora plagada de calles acogedoras que te invitan a pasearla hasta la extenuación.

Mezclarte entre sus gentes en el mercado Dolac fue uno de los mejores momentos. Un mercado fundamentalmente de alimentación. Cuenta con un encanto increíble donde se mezclan los olores de la ciudad con los de los productos que venden allí, todo ello cubiertos por un sinfín de toldos rojos que son su signo distintivo.

Cuando ya creía que no podía sorprenderme más, descubro el Tunel Gric, construido durante la IIGM como almacén de armas y paso subterráneo. Atraviesa la ciudad del este al oeste, es a día de hoy un remanso de paz (y de fresquito!) que te enfrenta durante unos minutos a tu soledad sin nada que aparte tu atención del silencio y el color gris del hormigón de sus inmensas paredes.

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La naturaleza de Eslovenia

Dejo atrás Zagreb y me dirijo a Eslovenia. Antes incluso de cruzar la frontera, ya puedo divisar los paisajes verdes de este increíble país.

Mi primera visita es el lago Bled, un lago con un islote en el centro rodeado de montes y naturaleza. Creo que pocas veces en mi vida he estado en un lugar con tanta magia. Ansiosa por llevarme ese lugar en la mochila, recorro una ruta a pie y, para recuperar fuerzas, me tomo una tarta típica eslovena tumbada a pie del lago. Disfrutando del lugar, la suerte hace que, de repente, empiece a diluviar y todo el mundo a mi alrededor corra a refugiarse de la lluvia. Yo transformo lo que podía haberme amargado la visita en una fortuna, pues puedo dar un último paseo por el lago a solas con él.

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¿Qué hacer en Liubliana?

Me dirijo a la capital del país, la ciudad de los dragones, Liubliana, otra ciudad encantadora atravesada por el río Liublianica y el castillo de Liubliana en lo alto, que ejerce de centinela para vigilar su ciudad.

Disfruto de sus vistas, sus calles, la visita al castillo, de la plaza Presernov. Me mezclo entre los grupos de música callejera y pruebo en un puesto en la calle las famosas salchichas eslovenas y, tras un merecido descanso, puedo marcharme a las dos últimas atracciones que visitaré en Eslovenia: el castillo de Predjama, único castillo medieval en Europa construido en una cueva, y las cuevas de Postojna, una visita alucinante entre estalactitas, estalagmitas, columnas…que me lleva a enfrentarme a mi claustrofobia.

Las visitas me llevan más tiempo de lo esperado y salgo muy tarde de Eslovenia. Eso si, acompañada de una tormenta eléctrica, viento, lluvia intensa.

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Tengo que poder llegar a Plitvice, pero las cuatro horas de viaje en estas condiciones se me antojan imposibles: el coche se tambalea hacia los lados, no veo nada, los rayos me parecen caer al lado y que en cualquier momento van a atravesar mi coche y el miedo me gana la batalla por unos minutos en los que me tengo que parar en la primera estación de servicio que veo, pensando que no voy a poder seguir.

Me desahogo, lloro todo el miedo y el cansancio acumulados, y vuelvo a coger camino diciéndome a mí misma que aquello no va a poder conmigo. Dejo la tormenta atrás al cruzar la frontera de Croacia y llego a Plitvice de madrugada, exhausta y hambrienta pero con la satisfacción de haberlo conseguido.

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En barco por el Adriático, viajar sola te aporta otras experiencias

A la mañana siguiente, la tormenta me había vuelto a alcanzar y auguraba una visita al Parque Nacional de Plitvice pasada por agua. De nuevo, durante unos segundos dudo si seré capaz de hacer la ruta por el parque con estas condiciones. Reúno todo el arrojo del que soy capaz y lo hago. No tengo que decir más que me tuve que cambiar hasta la ropa interior al volver al coche después de la ruta. La  vista de los lagos azul celeste de Plitvice y el sonido de las cascadas que me acompañó durante toda la ruta, hicieron que mereciera la pena.

Desde Plitvice, voy a la costa de Croacia por unas carreteras imposibles a 800 metros del nivel del mar donde el viento azota mi coche como si fuera una cometa. Luego dar paso a otras encantadoras llenas de curvas con puestecitos a pie de carretera con miel y queso. Una vez allí, recorro los encantadores pueblitos costeros de Zadar, Trogir y Split. Se convierte en otra gran sorpresa y me roba un trocito de corazón que dejé enterrado entre las ruinas romanas del palacio de Diocleciano.

Desde Split, me embarco en una ruta por el Adriático para conocer las islas. Una vez más, me enfrento a mis miedos para poder visitar la Cueva Azul en la isla de Bisevo, las olas han erosionado la piedra volcánica que forma las islas creando una cueva con muy poco acceso al exterior. Veo un agujero bajo el mar que permite pasar la luz natural creando así un espectáculo al que solo se puede acceder en barquito por una abertura muy pequeña entre las rocas.

De nuevo, vencer al miedo me trajo una enorme satisfacción y un recuerdo imborrable de esa cueva. Dejo atrás la costa para dirigirme a Bosnia-Herzegovina con una fugaz visita a Mostar. Aquello fue maravillarme con la perfecta simbiosis entre las culturas cristiana y musulmana. Además pude contemplar su famosísimo puente que tanto tiene que contar sobre la Historia reciente.

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¿ Qué ver en Sarajevo? un tesoro inesperado

De camino a Sarajevo, más carreteras imposibles pero a la vez de las más bonitas que podáis imaginar. Siguiendo la ribera del río Neretva, de un azul tan celeste que te atrapa sin poder dejar de mirarlo.

En Sarajevo, donde tenía depositados todos mis miedos por enfrentarme sola a una cultura tan distinta. Descubro un tesoro inesperado. No se trata de una ciudad especialmente bonita, pero tiene encanto, cuenta historias y se respira Historia y convivencia de culturas a cada paso.

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No puedo evitar que se me escape alguna lágrima al marcharme de allí.

Emocionada por todo lo que he aprendido de la ciudad y su historia, pero también por la amabilidad de sus gentes.

Una vez más en este viaje me demostraron que el miedo solo se vence yendo hacia adelante.

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Desde allí me dirijo a Dubrobnik, que será mi último destino en esta ruta.

Allí me dejé enamorar por la magnificencia de su ciudad vieja, que cae en cascada sobre el Adriático rodeada por su muralla.

Por si esto fuera poco, la isla de Lokrum, una reserva natural justo enfrente de la ciudad, termina de poner el broche de oro a mi visita a este lugar tan increíble y también a mi viaje. La última sorpresa aun me estaba esperando y es que, a pocos metros del aeropuerto, un coche se incrusta en la parte de atrás del mío por un descuido del conductor y consigo llegar al avión a duras penas, después de una tarde muy agradable con la policía croata.

Solo se trata de un resumen para que os hagáis una idea, pero para mí este viaje fue un punto de inflexión en mi forma de ver la vida y también de verme a mí misma. Viajar sola es una fuente de inspiración y de aprendizaje sin límite.

Detrás de cada experiencia hay un momento de duda, pero me demostré a mí misma que soy capaz de enfrentarme a él y resultar vencedora.

Hay un sinfín de emociones bonitas detrás de cada “lo conseguí” de este viaje que, si nunca me hubiera decidido a viajar sola, no habría experimentado.

Gracias a esta ruta, sé que soy capaz de conseguir lo que me proponga y seguro que, si alguna vez os decidís a enfrentaros a un reto que os daba miedo, entenderéis que cuando te enfrentas a tus miedos el mundo se confabula para devolverte cosas tan bonitas como jamás pudiste imaginar.

Nos vemos por el mundo, viajar es la respuesta.

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