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“Hace apenas 4 meses, el sueño de unir el running y el viaje paso de ser una frase escrita en mi lista de ilusiones por cumplir, a una realidad. Oigo hablar por primera vez en mi vida de la Tim Horton Half Marathon. Entro en la web, busco el recorrido, miro fecha, se que funciono a base de impulsos y me empiezo a emocionar, no encuentro mejor forma de conocer las cataratas del Niágara que esta.
Al día siguiente ya estoy rellenando la inscripción y personalizando mi dorsal, ultimo click para que mi nombre aparezca en la lista de corredores/as.
Desde el sofá de mi casa celebro el paso más importante para cumplir este sueño.”
Silvia
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El primer paso para cumplir mi sueño
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Visado listo, vuelos comprados, alojamiento cercano a la línea de salida reservado, coche para llegar a tiempo alquilado y ya que voy hasta Canadá añado seis días de aventura post carrera para recorrer los parques naturales del este en pleno otoño.
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Quedan 117 días para la carrera
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Comienza la preparación….
Para la que será mi segunda media maratón y primera carrera fuera de España voy sobrada de motivación, encuentro tiempo y ganas para entrenar unos cuatro días a la semana, entre semana distancias cortas de no mas de 6 km y el fin de semana alguna larga de 15 km máximo. Sin ningún tipo de obsesión con los tiempos, mi meta es sencilla. Terminar. Me baso solo en sensaciones, de hecho, muchos de los días salgo a correr sin reloj. Esa es mi forma de entrenar. Hay días que corro por la sensación de libertad, otros por la de superación, otros simplemente disfruto o despejo mi cuerpo y mente tras un mal día. Esta vez ver las cataratas del Niágara al cruzar la meta son mi motivación.
Saco del armario mi mochila azul que me ha acompañado en tantos viajes, momento de realidad, no me creo que vaya a cumplir este sueño. Meto mi kit de corredora: inscripción, zapatillas de running, mi cinta de pelo, la ropa más cómoda anti rozaduras, imperdibles y vaselina. Todo listo. Pero pensamientos negativos vienen a mi mente: ¿seré capaz de correr los 21,1 km tras un vuelo largo y solo 48h de adaptación?, ¿voy bien preparada?, ¿me afectará el jet lag?
¡Qué oportunos! Por primera vez en 4 meses aparecen los nervios. Respiro e inspiro. Es el momento de meter en mi mochila el kit de fortaleza mental: eres muy fuerte, puedes con todo, cuando haya momentos malos los superaras y cuando vengan los buenos los disfrutarás. Todos ellos serán tuyos para siempre, me repito, vas a cumplir tu sueño.
Cierro la mochila, a dormir…
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Mañana comienzo la aventura
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6.399 km hasta Toronto, 9 horas de vuelo, una escala y el policía de turno de la aduana me pregunta sobre el motivo de mi viaje. Podría haberle dicho vacaciones, sin más, pero aprovecho la oportunidad para complicarme la vida y explicarle que voy a correr una carrera en las cataratas de Niágara, mientras, coge el sello, lo moja en tinta pasando de mi y con un fuerte golpe lo estampa en mi pasaporte.
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¡Bienvenida A Canadá!
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Hace tiempo que mi filosofía viajera paso de preferir tachar lugares a vivir experiencias en ellos. Aun así, me convierto en turista por las calles de Toronto en las 29 horas previas a la carrera. Mi primer día descubriendo la ciudad me fascina, aunque entiendo que nunca soy objetiva cuando digo que una ciudad me encanta, ya que siempre me quedo con los rincones donde la siento y Toronto me ha regalado muchos. Fantaseo con vivir en una casa en la isla de Algonquin park, con vistas al skyline, mientras disfruto del anochecer, me como uno de lo mejores burritos de mi vida en un puesto latino del mercadillo de Kensington, donde me sorprende la cantidad de culturas que viven en este distrito y pasa a convertirse en mi zona favorita de la ciudad, en busca de una cerveza acabo en una cata gratuita en una cervecería de la Destillery District, me juego la vida para fotografiarme con el Gooderham building pero la belleza de este edificio lo merece, y andando hacia la nada llego a un supermercado asiático con comida deliciosa y unas vistas a la ciudad impresionantes.
Perderse es genial.
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¿Quién dijo jet lag?
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Aunque no voy a correr hasta el día de la carrera, para la que queda apenas un día, los 20 km recorriendo las calles de Toronto se convierten en un buen entreno.
Dia y medio ha sido suficiente para encariñarme con la capital de Ontario, pero toca recorrer los 128 km hasta las Niagara Falls y descansar lo máximo posible antes de la carrera ¡error.! Llegar en plena noche a la Clifton Hill, calle principal de Niagara Falls e intentar ir a dormir es casi imposible. Los museos ridículos, norias gigantes, atracciones tematizadas y salas recreativas me hacen olvidar que he venido a ver las cataratas y me teletransportan a las Vegas. Esto no es para mí, rodeada de neones y agobiada por la gente, decido bajar al mirador más cercano para poder tener esa primera impresión de las cataratas en plena oscuridad, a sabiendas de que se hayan convertido en un show más de esta ciudad.
Efectivamente, no necesito ni 5 minutos para que la decepción inunde mi cuerpo, quizá mis expectativas fueran demasiado altas, igual elegí el peor momento o no era el mejor mirador, pero la realidad es que las luces solo restan encanto y magia a este lugar tan maravilloso. Aun así, la emoción por correr la media maratón es más fuerte, reseteo, pienso en lo que he venido a vivir y en no sacar conclusiones precipitadas antes de la experiencia.
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Mañana es el gran día
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Suena el despertador, primera alarma y sorprendentemente, como nunca me pasa, me levanto como un resorte de la cama, 3 horas para la salida.
Pongo los pies en el suelo, primeros pasos super importantes, rodillas bien, gemelos relajados, cero agujetas y cena asentada. Todo son buenas sensaciones físicas, que unidas a la motivación mental hacen que los nervios se conviertan en ganas.
Desayuno 2 horas antes por mi obsesión de evitar flatos, en el único Tim Horton abierto, que me confirma que la Clifton Hill vive solo de noche. Pongo rumbo a la salida donde recojo mi dorsal, Silvia, número 22.126.
Una hora para la salida y comienzo como tantísimos corredores/as el ritual previo a cualquier carrera, corras la San Silvestre de Vallecas o la maratón de Nueva York. Primera excursión al servicio con fila incluida, cambio de ropa a manga corta, aunque ahora hace frio se prevé solazo, ato mis zapatillas concienzudamente, coloco el dorsal varias veces hasta que atino con los imperdibles, me embadurno literalmente de vaselina, pero se me olvida una zona ¡error de novata que pagaré en el kilómetro 17!, videos, fotos previas, kilómetro y medio de trote para despertar mis piernas, segunda excursión al servicio y directa a la línea de salida.
1500 personas con una misma meta, sonrío, saludo a mi alrededor como si las conociera, miradas de apoyo, últimos estiramientos, saltos, gritos…
10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1! No me lo creo, esto comienza y yo estoy aquí dando la primera zancada.
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¡Espero ser capaz de disfrutar y controlar la emoción!
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La carrera no puede ir mejor, he cogido el ritmo prontísimo, lo cual es fácil con un recorrido mayormente plano como este, a un lado catálogo de supercasas con jardín y al otro el rio Niágara totalmente calmado durante la mayor parte de la carrera. A los 5 km, el recorrido se está haciendo un tanto monótono y aburrido a nivel visual, pero la cantidad de gente animando en una recta interminable ayudan y mucho a que llegue al km 17 sin enterarme, hasta que las rozaduras de mi muslo me recuerdan que ahí no me he echado vaselina. Ha llegado el momento en la carrera en el que ya no corro con el cuerpo, sino con la mente, intento pensar en todo lo que he conseguido y lo poco que me queda, en como la sensación de superación no es momentánea y fugaz, sino que será parte de mi para siempre y la podré aplicar en cualquier momento de mi vida. Sacar fuerzas cuando pienso que no me quedan, aumentar mis límites y gestionar lo que mi cuerpo siente me lo ha enseñado el running.
Y con ese pensamiento veo el cartel de km. 20, a mi derecha el agua del Niágara que hasta el momento estaba calmada se acelera, al igual que mis pulsaciones, convirtiéndose en unos rápidos alucinantes. Hasta este momento había aguantado la emoción, pero la fuerza del agua impulsa mi corazón y al fondo ver la niebla que generan las cataratas me vaticina la meta mas impresionante que he cruzado en mi vida, en pleno salto de agua de 64 metros de altura conocido como la herradura.
Toda la decepción que me habían causado las cataratas la noche anterior, todo el cansancio acumulado, de repente desaparece, esta si es la primera impresión que tanto había imaginado, un momento de esos que cierro los ojos ahora y revivo sin necesidad de viajar, como si estuviera allí, algo me recorre el cuerpo al recordarlo, solo es un kilómetro, tan corto como intenso, todo un viaje, un sentimiento, que esta vez si me hace sentir las cataratas del Niágara.
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¡SI, LO HE CONSEGUIDO!
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Último kilómetro para cruzar la meta y ver la niebla que forman las cataratas del Niágara, hace que la emoción contenida durante toda la media maratón tome el control de mi cuerpo, para que mis pies cansados crucen solos la línea de meta de mi primera carrera fuera de España.
Salto de alegría, bailo de felicidad, recibo la medalla como si hubiera ganado…
¡NO TENGO PALABRAS!
Muchas veces lo mejor no ocurre al llegar a la meta sino en el camino. Deseaba ver las cataratas del Niágara, deseaba correr una media maratón fuera de España, pero no me imaginaba que la unión de ambas en el km 20 era lo que en realidad más me llenaría.
Aprendí que lo importante no son los lugares, sino las experiencias que vives en ellos, cuando esos lugares
pasan a significar algo para ti, es cuando viajar adquiere sentido. Y con esta vivencia crucé la línea de meta de la media maratón en las Niagara Falls.
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Invencible, Poderosa, Eufórica.
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Al cruzar la meta, convierto en realidad lo que ha sido un reto durante todo este tiempo, no me creo que haya sido capaz, ahora que lo he conseguido se que nada es imposible, lo que hace años me hubiera parecido inalcanzable, hoy lo estoy realizando, se que todo es cuestión de actitud y deseo. Ponerse metas y lograrlas. Soñar despierta. En este momento, me alegro de dejarme llevar por mis impulsos, de desviarme del camino, seguir mis deseos para vivir nuevas aventuras que en este caso me han traido hasta Canadá. Es hora de disfrutar el momento, media maratón terminada, autoestima por las nubes, las cataratas del Niágara frente a mis ojos, y…
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¡Nuevos retos que ya me inundan la mente!
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Aunque de momento, me quedan 6 días de disfrute en Canadá, para quitarme las agujetas recorriendo parques naturales alucinantes, seguir cumpliendo ilusiones como dormir en una cabaña en el bosque, torcerme un tobillo de la manera más tonta dos días después de la carrera, comer nubes en una hoguera, escuchar horas de country en los más de 2.000 km realizados y no parar de sonreír cada momento al recordar mis primeros 21,1 km en Canadá.
¿Te animas a contarnos tus retos?
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