Como viajar por libre a Senegal en un viejo peugeot desde Madrid
Toda una aventura en un viejo Peugeot desde Madrid.
Soy Jose Antonio Masiá intrépido e inquieto viajero, fundador de Trekking y Aventura.
Mi cabeza no para de pensar en divertidas aventuras y ésta la comencé a preparar con unos amigos. Enseguida lo vi claro y nos lanzamos a vivir una de mis mejores experiencias en África.
El África tranquila
¡Ya vemos las luces!
Tras atravesar el Sahara Atlántico conduciendo un viejo Peugeot, hemos conseguido llegar a Senegal. Los pocos kilómetros que nos separan de la ciudad los recorremos ansiosos, ya es noche cerrada. Hemos llegado y nos alojamos en un modesto hotel en la playa de Hydrobase, frente al Atlántico.
La ciudad de Saint Louis, está dividida en tres partes:
La primera que encontramos es la continental, de más moderna construcción y donde se levanta el barrio de Sor. Desde aquí, a través del famoso puente metálico Faidherbe de 507 m de longitud, construido por Eiffel, se accede a la isla de N’Dar: la ciudad colonial, con una longitud de dos kilómetros y medio y trescientos metros de anchura. Finalmente, un puente más modesto sirve para cruzar a la lengua de arena que forma la llamada Langue de Barbarie, bañada por el Atlántico, donde se encuentran los coloristas barrios de pescadores de Ndar Tout y Guet Ndar.
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Origen modesto y algo errante
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Esta región, próxima a la desembocadura del río Senegal, fue explorada por portugueses, venecianos y holandeses a partir del siglo XV.
En el primer tercio del siglo XVII, el comercio de esclavos llevó a la Compañía de Cabo Verde a establecer allí una base comercial. Diez años después, a fin de evitar las frecuentes inundaciones, Luis Caullier cambió su ubicación a la isla de N’Dar, que en honor del rey de Francia, recibió el nombre de San Luis.
El enclave fue protegido con una fortificación que se fue agrandando durante el siglo XVII, y en sus alrededores aparecieron tanto casas de piedra como cabañas y chozas donde se alojaban los criados o se almacenaban mercancías. Poco a poco se fue creando una urbe bien trazada, con dos barrios separados por la Plaza de Armas.
En África la vida empieza con la luz y en nuestro modesto hotel empieza mucho antes, a juzgar por los sonidos de cacerolas, gallinas… El creciente calor nos echa a la calle. Tras muchos días de coche apetece caminar, recorrer las calles de esta ciudad que se encuentra en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el año 2000, gracias a la bien conservada arquitectura colonial de su casco antiguo y a su importancia cultural e histórica para una gran parte del África Occidental. Por el camino encontramos el cementerio de pescadores, con sus tumbas ornamentadas con redes, testimonio de la importancia que tuvo la pesca en el origen de esta población.
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Crecimiento sin conciencia
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En nuestro deambular, abandonamos la “Langue” y tras cruzar el puente junto a motocicletas, carros y transeúntes, entramos en la isla, en el corazón de la parte colonial: la plaza Faidherbe.
A principios del siglo XIX, con el auge del comercio del caucho y de esclavos, la ciudad creció rápidamente y se fueron levantando los edificios públicos, militares, civiles y religiosos. Se eliminaron las chabolas de la periferia y por último, se unió la isla a las zonas de Guet-Ndar y Sor mediante puentes permanentes.
En la década de 1854 a 1864, Faidherbe, gobernador de Senegal, comenzó una serie de trabajos que permitieron el desarrollo de la ciudad como punto principal de una red de enclaves militares y de vías de comunicación que facilitarían los movimientos de tropas y mercancías por el África Occidental Francesa (A.O.F).Este imperio, que agrupaba a Mauritania, Senegal, Sudán Francés (Malí), Burkina, Benín, Guinea, Niger y Costa de Marfil, alcanzaba una extensión de 4,5 millones de km2 y llegó a tener 25 millones de habitantes.
Delante de nosotros tenemos uno de los conjuntos urbanos, arquitectónicos, históricos y culturales más notables del África occidental, y uno de los ejemplos mejor conservados de ciudad colonial desarrollada a partir de una fortaleza de ladrillos de tierra seca, desde cuya base se desarrolló una red viaria con trazado ortogonal, característica de las nuevas ciudades coloniales y construida por oficiales del cuerpo de ingenieros militares. Otros ejemplos de estos desarrollos son Goreé y Carabane en Senegal, o Grand Bassan y Bingerville en Costa de Marfil.
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Este imperio, que agrupaba a Mauritania, Senegal, Sudán Francés (Malí), Burkina, Benín, Guinea, Niger y Costa de Marfil, alcanzaba una extensión de 4,5 millones de km2 y llegó a tener 25 millones de habitantes.
Delante de nosotros tenemos uno de los conjuntos urbanos, arquitectónicos, históricos y culturales más notables del África occidental, y uno de los ejemplos mejor conservados de ciudad colonial desarrollada a partir de una fortaleza de ladrillos de tierra seca, desde cuya base se desarrolló una red viaria con trazado ortogonal, característica de las nuevas ciudades coloniales y construida por oficiales del cuerpo de ingenieros militares. Otros ejemplos de estos desarrollos son Goreé y Carabane en Senegal, o Grand Bassan y Bingerville en Costa de Marfil.
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Devoción por la rectitud
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Con paso cansino, debido al calor, vamos recorriendo las calles del centro, que se conforma en manzanas
cuadradas. Las casas más antiguas están pintadas en ocre o en rosa, las tiendas se abren a la calle y en los pisos superiores se ubican las viviendas de los comerciantes, que ostentan balcones con balaustradas de hierro forjado.
Este espíritu mediterráneo/tropical fue adoptado por la ciudad en el siglo XIX. Pero no es todo esplendor, el abandono siguió al declive político a partir de 1902, cuando la que fue capital del A.O.F, perdió su título en favor de Dakar.
De las 68 tiendas-almacén que figuraban en el censo en 1842, hoy solo se conserva una veintena. Igualmente las chozas han sido sustituidas por barracones de madera, situados en los extremos de la ciudad. Entre las casas que se han mantenido se encuentran la de Signare, una de las más bellas, con su torre almenada en colores blancos y azules; la del Gobernador, fortaleza del siglo XVIII que se levanta entre grandes palmeras, y el edificio de Correos, de estilo Art Deco.
El calor aprieta y la obligada abstinencia de cerveza, propia de los países musulmanes que atravesamos en nuestra ruta, nos lleva a uno de los lugares emblemáticos: el hotel de la Poste, un bonito edificio de mediados del siglo XIX donde se hospedaban los pasajeros de los barcos que allí recalaban. Una vez sentados frente a una botella de cerveza La Gazelle, el mundo tiene otro color.
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El primero de ellos vivió aquí durante cuatro años. Ambos estuvieron íntimamente ligados al servicio aeropostal francés que cubría la ruta Francia-Casablanca-San Luis-América del Sur, y ambos fueron pioneros de la aviación, y desaparecieron, uno en el Atlántico y otro en el Mediterráneo, cuando volaban con sus sacas de correo.
San Luis no solo fue la capital de A.O.F, también fue el laboratorio donde se aplicó la filosofía que inspiró el colonialismo francés en África, basada en los principios del igualitarismo de la Revolución. Era necesario trasplantar su cultura, estilo de vida y formas administrativas y legislativasfrancesi, affinchè i suoi abitanti potessero acquisire lo status di cittadini, para que la población local pudiera adquirir la condición de ciudadanos franceses. Esa condición, sólo era efectiva para los residentes de los municipios de San Louis, Goreé, Dakar e Rufisque, ma solo una piccola parte di essi riuscì a esercitare il proprio diritto di votoDakar y Rufisque, y solamente una pequeña parte de ellos fueron capaces de ejercer su derecho al voto. En 1914, Blaise Diagne fue el primer africano en ser elegido miembro de la Asamblea francesa.
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En 1854, Faidherbe instauró la enseñanza laica en el país. La Escuela Normal y la primaria superior de Saint-Louis constituyeron el primer Liceo del África Negra. Le seguirían otros centros en Dakar, Goreé y Rufisque,
que se convertirían en un semillero de cuadros administrativos para el A.O.F.
Aunque el contenido de los estudios formara parte integrante del sistema colonial, se trató de evitar que la enseñanza de los indígenas se convirtiera en foco de agitación social.
Los temarios se alteraban y los jóvenes wolof aprendían a conocer a sus antepasados “galos” y a ver a sus héroes como agitadores, prohibiéndoseles hablar en sus lenguas nativas. Todo ello, con la idea de crear una elite llamada a ocupar los puestos inferiores de la administración. Quizá a causa de este sistema, la contribución del África francófona en soldados para las dos guerras mundiales fue más que generosa y rondó los 200 mil hombres en cada una de ellas.
Cuando cae el sol, la vida se agita de nuevo en las calles. Es la hora de ver llegar las barcas de los pescadores en la zona de Guet-Ndar. Una multitud se arremolina en las orillas para descargar las, actualmente, escasas capturas del día.
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Jazz, música local y mucho más
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El país y la ciudad son jóvenes y la vida nocturna es animada, hay multitud de garitos donde tomarse una cerveza fría y disfrutar de las músicas locales (balafon, djembe, kora…) y del jazz, del cual viene celebrándose, desde 1992, un festival internacional que reúne a los mejores músicos del mundo.
Los locales se llenan de bullicio, la gente baila, muy bien por cierto, y las Gazelles se consumen rápidamente.
“Como viajar a Senegal por libre fue una de las experiencias más apasionantes de mi vida.”
Esto es África para lo bueno y para lo malo, pero nuestro viaje debe continuar, y muy a nuestro pesar debemos poner fin a la diversión… el deber del viajero nos llama. ¡Continuamos camino!
José Antonio Masiá
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