Todos los pasos fueron meticulosamente ejecutados, compramos un coche por 80.000 pesetas con razonable buena presencia, hicimos el necesario acopio de repuestos y herramientas y como extra para suplir nuestra ignorancia en el mundo de la mecánica, recibimos un cursillo exprés de la misma, a cargo de nuestro amigo y maestro, el ya fallecido Lorenzo del Amo.
Un día de noviembre, temprano, pusimos rumbo hacia Algeciras como primer punto de referencia en la ruta hacia el que sería nuestro destino en aquella ocasión: Senegal.
Al segundo “incidente” mecánico que sufrimos en las primeras 48 horas de viaje, empezamos a entender cómo se iba a desarrollar nuestra “aventura”. El reloj pasó a no ser relevante en nuestras vidas, el cuándo y el cómo pudiéramos cubrir cada etapa carecía de importancia. Si estábamos a gusto en un sitio lo disfrutaríamos sin prisa. Una de las obligaciones que tuvimos que aceptar fue la de aprender a lidiar con los mecánicos locales, pareciendo que sabíamos lo que realmente ignorábamos para evitar ser expoliados.
Todo discurrió sin mayores sobresaltos hasta llegar a Dajla (Villa Cisneros), último lugar donde se podía transitar libremente y donde era necesario tramitar la salida de Marruecos e integrarse en un convoy que partiría un día concreto y nos llevaría hasta la frontera con Mauritania. Estábamos a 2700 km. de casa.
Todo se desarrolló con fluidez y varias decenas de coches de todo pelaje y condición, 4×4, camiones y motos iniciamos el lento recorrido, con noche incluida, que nos separaba de Birz Gandus, un destartalado puesto fronterizo, donde durante horas tramitamos nuestra entrada en Mauritania. El recibimiento era una clara prueba de lo que encontraríamos en los siguientes días y nos tuvo entretenidos durante horas. Una gigantesca duna atravesaba la pista y hacía necesario poner a prueba todos tus conocimientos en conducción sobre arena para sortear el obstáculo. Es fácil imaginar lo que allí ocurría, coches atascados, motoristas rodando por el suelo, parachoques y piezas volando. Este espectáculo tenía como espectadores a un nutrido grupo de viajeros, camioneros, curiosos desocupados que siempre hay en todos los lugares, policías de ambas fronteras y aduaneros que entre sello y sello comentaban las mejores “jugadas”.